12/23/2010

No te bañarás dos veces en la misma nota, amigo.



          El momento de la interpretación en público es clave en la música y en otras artes 'de escenario' o de 'performance'. El intérprete también es humano, y la obra fue escrita por un humano. La perfección no está en nosotros. No está en ningún lado, pués aunque fuese ajena, seríamos nosotros quiénes la juzgaríamos, neciamente.

          Lo perfecto, así como todo absoluto conceptual, es inexistente. Sin embargo creemos saber de qué se trata. Se trata de la ausencia de defectos, de alcanzar todo lo que se propone, de la funcionalidad sin desperdicio, se trata de que esté todo lo que tiene que estar y nada de lo que no. ¿Cómo estamos a veces tan aferrados a algo tan ilusorio?

          Recuerdo una fuerte discusión con un profesor de filosofía en la escuela. Hablabamos de la felicidad, pensábamos si era posible o no y de qué se trataba. Yo le dije que para mí la felicidad, el ideal de la completa satisfacción personal y en todos los aspectos imaginables, cuando es aplicado al mundo real se transforma en el motivo más válido (si no el único) para el suicidio. ¿Qué queda por hacer? ¿Qué nos empuja a levantarnos cada mañana? ¿Para qué seguimos metiendo y sacando aire si no hay nada que queramos y que nos motive? Él me decía, que incluso alcanzando el teórico estadío de perfección, aun se podía vivir para disfrutarlo. Pero yo, ya un poco alterada, le decía que me resultaba imposible imaginar un tipo de vida más insípido y aburrido, y que en un modo de vida tal, con la repetición de los días y la falta de motivación, la desesperación no tardaría en llegar.

          Al año siguiente, otra profesora, nos hizo ver que la filosofía no se trataba de la respuesta a la pregunta, sino de lo que se encuentra en el camino a encontrarla, hasta llegar a un punto en que la pregunta ya no importa y la respuesta se acepta felizmente como inasible. 

         En el campo de la música, las grabaciones nos han acostumbrado a interpretaciones perfectas, nos han dicho así puede ser y así debe ser, o dicho de otra manera, nos han impuesto una idea de perfección y la carga de su falaz posibilidad. En la mayoría de los casos, las grabaciones de estudio son ficticias, no son una verdadera interpretación. Son un compilado de lo que  mejor salió dentro de varias versiones. Así nos decepcionamos en los conciertos y recitales, esperando algo que no existe.

          La verdad es que cada vez que tocamos una obra, una frase o (y ya radicalmente) una nota, es nueva una vez más. Y es maravilloso que así sea. De eso se trata, de que cada vez es distinta, de que siempre sorprende, de que uno cambia y la obra cambia con uno. Cuando lo que tocamos involucra improvisación éste aspecto se encuentra en su punto cúlmine. Si vemos al tiempo como la materia prima de la música, en la improvisación sucede algo que sólo puede tomar lugar en ese momento, algo que siempre estuvo dentro nuestro y que necesitaba de ese momento para poder salir. Y aunque las notas sean siempre las mismas, aunque sea siempre la misma sonata, nunca es la misma, y tampoco es la misma que escribió Mozart, porque desde la primer lectura la fui componiendo mía, con la estéril guía de un papel manchado. Porque sucedemos en el tiempo, somos el cambio.

12/04/2010

La calibración de la balanza

'Somos lo más que somos porque nos alteramos
salimos del barro en busca de la felicidad 
y la conciencia y los pies limpios.' 

     El problema no son los defectos. Todos los tenemos, eso es sabido. El problema es la tolerancia. ¿Hasta qué nivel es posible tolerar aquello que no nos gusta, sea propio o ajeno? En absoluta tolerancia seríamos atrofiados seres sin perspectiva de superación. Por los errores que noto en mí, y los que otros (sutilmente o no) me hacen notar, busco mi manera de construirme de elegir con cuáles de esas cosas estoy dispuesta a vivir y con cuáles no, y de ahí el camino al cambio. ¿No está cambio la manifestación del tiempo, no es, acaso, el motor de todas las cosas? Calipso lo aprendió de la peor manera. 
     ¿Qué ocurre con lo opuesto? ¿Con la intolerancia, la negación de la auto-indulgencia? ¿Qué nos deja? En su caso extremo, aquel que es siempre fácil utilizar como argumento, quizás nos dificulte la socialización, porque pocos están dispuestos a soportar semejante escrutinio de manera constante. Y porque nosotros estamos poco dispuestos a tolerar la aceptable mediocridad de los demás. Sí, hasta cierto punto ser mediocre es aceptable, lo sabemos. Somos 'medios' porque somos la mayoría (dentro de alguna categoría lo somos), porque para argumentar fácil hay que hablar generalidades y extremos. De los 'ciertos puntos' poco se ha sabido en la Humanidad, la realidad es tan compleja y la observación tan ciega que muchos se habrán rendido antes de empezar. Y no veo por qué culparlos. 

     No sólo dificulta la relación con los demás, sino también, con nosotros mismos. Esto es aun más importante. La auto-intolerancia nos perjudica tanto como la auto-indulgencia. O más. De nuevo, el problema no son las conductas que nos perjudican, ni los defectos, sólo la falta de conciencia de ellos. La clave está en cuestionar.
     Claro está, gran defecto será la negación de la indulgencia y la tolerancia universales, en tanto no veamos en qué nos juega en contra. Pero, ¿no es una contradicción buscar la tolerancia por el camino de ser inflexibles ante nuestra falta de indulgencia?
 

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