2/21/2011

El otro techo

Chopin - Polonesa Op. 53 en La bemol mayor "Heroica" - Martha Argerich (1965)

Al escuchar esto, honestamente no creo que haya ni que sea posible una mejor interpretación. Quienes me conocen sabrán perdonar tan extremo fanatismo en mí, pero hay cosas que simplemente tocan techo y hay que armar la casa de nuevo para levantar el techo.

Y es eso lo que hizo ella, ahora que lo pienso: armó la casa de nuevo. Los que lo tocaron antes, es decir, de ellos lo que ha sido grabado y por mí humildemente escuchado, nunca supieron que una edificación así fuera posible. Lamento ser mística, pero pareciera haber sido un secreto en el tiempo y sin confesión, entre él (F.C.) y ella, cuya verdad sólo podía ser encontrada a través de la más auténtica vivencia de la certeza.

Nunca vieron ellos el techo, ni supieron que había un secreto. Sólo el cielo raso, al que pudieron llamar 'techo' cómodamente.. Hasta que llegó ella.

12/23/2010

No te bañarás dos veces en la misma nota, amigo.



          El momento de la interpretación en público es clave en la música y en otras artes 'de escenario' o de 'performance'. El intérprete también es humano, y la obra fue escrita por un humano. La perfección no está en nosotros. No está en ningún lado, pués aunque fuese ajena, seríamos nosotros quiénes la juzgaríamos, neciamente.

          Lo perfecto, así como todo absoluto conceptual, es inexistente. Sin embargo creemos saber de qué se trata. Se trata de la ausencia de defectos, de alcanzar todo lo que se propone, de la funcionalidad sin desperdicio, se trata de que esté todo lo que tiene que estar y nada de lo que no. ¿Cómo estamos a veces tan aferrados a algo tan ilusorio?

          Recuerdo una fuerte discusión con un profesor de filosofía en la escuela. Hablabamos de la felicidad, pensábamos si era posible o no y de qué se trataba. Yo le dije que para mí la felicidad, el ideal de la completa satisfacción personal y en todos los aspectos imaginables, cuando es aplicado al mundo real se transforma en el motivo más válido (si no el único) para el suicidio. ¿Qué queda por hacer? ¿Qué nos empuja a levantarnos cada mañana? ¿Para qué seguimos metiendo y sacando aire si no hay nada que queramos y que nos motive? Él me decía, que incluso alcanzando el teórico estadío de perfección, aun se podía vivir para disfrutarlo. Pero yo, ya un poco alterada, le decía que me resultaba imposible imaginar un tipo de vida más insípido y aburrido, y que en un modo de vida tal, con la repetición de los días y la falta de motivación, la desesperación no tardaría en llegar.

          Al año siguiente, otra profesora, nos hizo ver que la filosofía no se trataba de la respuesta a la pregunta, sino de lo que se encuentra en el camino a encontrarla, hasta llegar a un punto en que la pregunta ya no importa y la respuesta se acepta felizmente como inasible. 

         En el campo de la música, las grabaciones nos han acostumbrado a interpretaciones perfectas, nos han dicho así puede ser y así debe ser, o dicho de otra manera, nos han impuesto una idea de perfección y la carga de su falaz posibilidad. En la mayoría de los casos, las grabaciones de estudio son ficticias, no son una verdadera interpretación. Son un compilado de lo que  mejor salió dentro de varias versiones. Así nos decepcionamos en los conciertos y recitales, esperando algo que no existe.

          La verdad es que cada vez que tocamos una obra, una frase o (y ya radicalmente) una nota, es nueva una vez más. Y es maravilloso que así sea. De eso se trata, de que cada vez es distinta, de que siempre sorprende, de que uno cambia y la obra cambia con uno. Cuando lo que tocamos involucra improvisación éste aspecto se encuentra en su punto cúlmine. Si vemos al tiempo como la materia prima de la música, en la improvisación sucede algo que sólo puede tomar lugar en ese momento, algo que siempre estuvo dentro nuestro y que necesitaba de ese momento para poder salir. Y aunque las notas sean siempre las mismas, aunque sea siempre la misma sonata, nunca es la misma, y tampoco es la misma que escribió Mozart, porque desde la primer lectura la fui componiendo mía, con la estéril guía de un papel manchado. Porque sucedemos en el tiempo, somos el cambio.

12/04/2010

La calibración de la balanza

'Somos lo más que somos porque nos alteramos
salimos del barro en busca de la felicidad 
y la conciencia y los pies limpios.' 

     El problema no son los defectos. Todos los tenemos, eso es sabido. El problema es la tolerancia. ¿Hasta qué nivel es posible tolerar aquello que no nos gusta, sea propio o ajeno? En absoluta tolerancia seríamos atrofiados seres sin perspectiva de superación. Por los errores que noto en mí, y los que otros (sutilmente o no) me hacen notar, busco mi manera de construirme de elegir con cuáles de esas cosas estoy dispuesta a vivir y con cuáles no, y de ahí el camino al cambio. ¿No está cambio la manifestación del tiempo, no es, acaso, el motor de todas las cosas? Calipso lo aprendió de la peor manera. 
     ¿Qué ocurre con lo opuesto? ¿Con la intolerancia, la negación de la auto-indulgencia? ¿Qué nos deja? En su caso extremo, aquel que es siempre fácil utilizar como argumento, quizás nos dificulte la socialización, porque pocos están dispuestos a soportar semejante escrutinio de manera constante. Y porque nosotros estamos poco dispuestos a tolerar la aceptable mediocridad de los demás. Sí, hasta cierto punto ser mediocre es aceptable, lo sabemos. Somos 'medios' porque somos la mayoría (dentro de alguna categoría lo somos), porque para argumentar fácil hay que hablar generalidades y extremos. De los 'ciertos puntos' poco se ha sabido en la Humanidad, la realidad es tan compleja y la observación tan ciega que muchos se habrán rendido antes de empezar. Y no veo por qué culparlos. 

     No sólo dificulta la relación con los demás, sino también, con nosotros mismos. Esto es aun más importante. La auto-intolerancia nos perjudica tanto como la auto-indulgencia. O más. De nuevo, el problema no son las conductas que nos perjudican, ni los defectos, sólo la falta de conciencia de ellos. La clave está en cuestionar.
     Claro está, gran defecto será la negación de la indulgencia y la tolerancia universales, en tanto no veamos en qué nos juega en contra. Pero, ¿no es una contradicción buscar la tolerancia por el camino de ser inflexibles ante nuestra falta de indulgencia?

10/12/2010

Liebre, León, Lobo y Cordero.

Interpretaciones del Etude Op 10 No.4 de Chopin 

Links para escucharlas: 
Richter 
          
          Claramente se trata de épocas distintas para la interpretación. Escuché la versión de Argerich y la de Richter y son dos extremos. Ahora estoy escuchando la de Pollini, buen término medio entre limpieza y conducción de las frases. Martha, por más amor que yo le tenga, y estando de acuerdo con algunos comentarios en YouTube, es un poco difusa. Richter es estupendamente claro, pero se queda corto en otros aspectos. Por último Lisitsa, de gran virtuosismo y claridad. Son pocos los defectos que pueden encontrarse en sus interpretaciones. Me falta escuchar algo con más calma, y entonces ver cuánta técnica de sonido y frase tiene, porque en velocidad tiene verdaderamente el podio.
          Según creo, en la época del video de Richter las cosas se tocaban distintas. En la grabaciones pre-Argerich (<1965) que he escuchado (ya hablando de obras en general) las interpretaciones suelen ser más limpias pero menos (palabra que odio porque suele ser malentendida) expresivas. Tampoco ayuda la calidad de las grabaciones a que se transmita la totalidad (o lo más cercano posible) del sonido del intérprete. Me parece que se cuida mucho más (hasta llegar a extremos obsesivos, como el de Lisitsa) el sonido de cada nota y la claridad de cada frase en interpretaciones más contemporáneas.
          Más allá del virtuosismo irrefrenable del Estudio, no se lucen ninguno de los intérpretes. Al menos no como intérpretes en sí, sino como grandes 'tecnicistas'. Este es mi problema con las obras virtuosas. Sí, el vértigo que produce la velocidad y la cantidad de notas es muy emocionante de escuchar y de tocar (sobre todo en vivo) pero al tener tanta exigencia técnica* dejan poco espacio para lo demás. Ese 'demás' es lo que al fin y al cabo que hace arte al arte. Si el arte fuera sólo la técnica, no habría artistas.
           La liebre disfrazada de león.
          Claro que la técnica es importante, porque sin ella es poco lo que podemos hacer (sobre todo en el campo de la interpretación y no de la creación o improvisación), pero en mi opinión, la técnica debe estar siempre al servicio de la obra y la expresión (entiéndase 'expresión' como enunciación clara de un discurso estético y NO catársis emocional) y no al revés. 
          Que la música no sea una excusa para hacer ejercicios técnicos, sino siempre a la inversa. Se pueden frasear hasta los ejercicios de escalas, es importante nunca perder de vista que todo lo que tocamos es música (hasta la escala que hacemos para calentar), y si no le das ese valor, es música mediocre, es tiempo que gastado pero lo aprovechado a la mitad.
         Puedo decir que he aprendido más técnica con obras (aunque sean obras de estudiante) que con estudios. Tengo recuerdos de obras particulares con las que aprendí ciertos yeites, y no me pasa eso con estudios (al menos no con los estilo maquinita).

Aquí, el ejemplo inverso:


          Es la primera obra que recuerdo haber empezado a leer por mi cuenta, en mi primer año de conservatorio. Claro, la tipa hojeando Chopin encontró corcheas en la izquierda y melodía simple en la derecha y se mandó. Flor de bolonqui:
          Es una obra cuya exigencia técnica (a un nivel superficial) es mínima. Pero a medida que uno se va metiendo se va dando cuenta de cuánto falta para tocarla. Pasa que la 'expresión' exige de la técnica mucho más de lo que te cuentan las notas en una lectura preliminar. Es completamente imposible. Muchos pianistas le tememos a este preludio. 
          El lobo disfrazado de cordero.

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*Entiendo que se trata de un Estudio, pero en el caso de los de Chopin no se trata nunca de un estudio 'puro'. No es gimnasia, sino una Pieza Musical donde se exploran ciertas dificultades técnicas más o menos específicas.

10/11/2010

¿Qué tal, che?

  Ya que tantas veces se ha usado eso de decir que alguien/algo no necesita presentación a modo de iniciar la presentación inevitable, busco no presentar sino preludiar con la cabeza baja de humildad a esta música verbal. Todo lo demás será tan obvio para usted como lo es para mí. Y si no, usted se lo pierde. O yo. Y por eso no necesita presentación y mejor no presentar.
  Ya empezamos.

¿Qué tal, López?

          Un señor encuentra a un amigo y lo saluda dándole la mano e inclinando un poco la cabeza.
          Así es como cree que lo saluda, pero el saludo ya está inventado y este buen señor no hace más que calzar en el saludo.
          Llueve. Un señor se refugia bajo una arcada. Casi nunca estos señores saben que acaban de resbalar por un tobogán prefabricado desde la primera lluvia y la primera arcada. Un húmedo tobogán de hojas marchitas.

          Y los gestos del amor, ese dulce museo, esa galería de figuras de humo. Consuélese tu vanidad: la mano de Antonio buscó lo que busca tu mano, y ni aquélla ni la tuya buscaban nada que ya no hubiera sido encontrado desde la eternidad. Pero las cosas invisibles necesitan encarnarse, las ideas caen a la tierra como palomas muertas.
          Lo verdaderamente nuevo da miedo o maravilla. Estas dos sensaciones igualmente cerca del estómago acompañan siempre la presencia de Prometeo; el resto es la comodidad, lo que siempre sale más o menos bien; los verbos activos contienen el repertorio completo. 
          Hamlet no duda: busca la solución auténtica y no las puertas de la casa o los caminos ya hechos -por más atajos y encrucijadas que propongan. Quiere la tangente que triza el misterio, la quinta hoja del trébol. Entre sí y no, qué infinita rosa de los vientos. Los príncipes de Dinamarca, esos halcones que eligen morirse de hambre antes de comer carne muerta. 
          Cuando los zapatos aprietan, buena señal. Algo cambia ahí, algo que nos muestra, que sordamente nos pone, nos plantea. Por eso los monstruos son tan populares y los diarios se extasían con los terneros bicéfalos. Qué oportunidades, qué esbozo de un gran salto hacia lo otro!.
        Ahí viene López.
        -¡Qué tal, López?
        -¿Qué tal, che?
        Y así es como creen que se saludan.

Julio Cortázar
De Historias de Cronopios y de Famas (1962)
 

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